Monje frente el mar. David Friedrich |
Tras el post anterior, me hubiera encantado decir que tras los días grises sale el sol, o alguna cursilería así, pero en mi caso eso no ha sucedido. Cada vez estoy más triste y cada vez soy menos capaz de controlar esa tristeza.
Siento que no importo en ningún sitio. Siento que nadie me quiere, es más, que me odian y no se molestan ya en ocultarlo. Siento que sobro y no saben cómo decírmelo. Siento que las cucarachas que han invadido mi casa son una advertencia, no se de qué, de algo... de que no debería estar aquí.
Y yo no quiero estar aquí. No quiero estar en ningún sitio. Solo me siento a salvo escondida entre las mantas de mi cama, que a la vez es mi jaula. estoy encerrada, pero no quiero ni me atrevo a salir.
No sé si esto pasará por sí solo o si tendré que pedir ayuda para superarlo.
Mientras lo decido, lloro, y cuando la angustia se hace insoportable me tomo un Orfidal, hasta que el efecto pasa y vuelvo a llorar.
¿Qué me pasa? Nada, no me pasa nada. Y quizás ese el es problema. La vida va de que pasen cosas. Mi vida no tiene sentido.
El caso es que esto ya me había sucedido antes y fue una dura lucha hasta que me recuperé. Han pasado unos años desde entonces pero no sé si seré capaz de volverlo hacer. Me siento tan cansada... Nunca seré alguien normal...
El curso está terminando y es ahora o nunca. Apenas quedan tres semanas de curso y si quiero sacarlo tengo que ponerme las pilas ya. Pero a mi me da igual, no puedo evitarlo. No siento nada, estoy vacía, sin fuerzas. Las clases que antes me fascinaban ahora son para mí como escuchar correr el agua. Es bonito, pero no me interesa, nada me interesa. Solo quiero dormir y algún día no despertar.
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